La CONFER os desea una feliz Navidad 2021

Madrid, a 20 de diciembre de 2021 (IVICON).- El Presidente de la CONFER, Jesús Días Sariego, OP y la Vicepresidenta Lourdes Perramon, OSR han publicado el tradicional texto de felicitación de la Navidad a todos los religiosos y religiosas. Reproducimos a continuación el mensaje de felicitación, que también puede ser descargado en este enlace

Queridas hermanas, queridos hermanos:  

Durante la XXVII Asamblea de Superiores Mayores, que hemos celebrado el pasado mes de noviembre, un lema acompañó y sigue acompañando nuestra oración, reflexión y discernimiento: «Señor, ¿qué quieres de nosotros hoy?». Al lema lo acompañaba el icono de la viña cargada de fruto: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (cf. Jn 15, 5), porque es esa comunión la que nos aporta fecundidad.  

La pregunta sigue muy presente en cada una de nuestras Congregaciones y en el conjunto de la CONFER. Estamos llamados a buscar juntos y juntas algunas respuestas que puedan ayudarnos a afrontar los principales desafíos que como consagrados tenemos en estos momentos. Hemos de hacerlo, además, con la alegría que nos proporciona el Misterio de la Navidad. Dios hecho carne nos sostiene en el seguimiento personal de Jesús desde cada uno de nuestros carismas. Este seguimiento, más allá de las circunstancias de cada momento, nos devuelve la alegría de saber que Él está siempre con nosotros en el mundo. Su presencia se ofrece en nuestra capacidad de dar fruto, enraizados en Él.  

El papa Francisco nos recordaba recientemente a todas las personas consagradas la urgencia de recuperar la alegría en sus múltiples formas, paz y sentido del humor, «porque estar con Jesús es estar siempre alegres, es tener también la capacidad que da la santidad de este sentido del humor». Un humor que produce sus frutos, enseñándonos a relativizar nuestras limitaciones. La celebración del misterio de la encarnación de Dios es un momento privilegiado para ser aún más conscientes de ello. Nos compromete, aún más, con el misterio de la vida y con toda la humanidad a la que estamos llamados a servir con gozo.  

Hemos de seguir buscando juntos, con fraternidad y sororidad, la comunión necesaria para hacer vida el sueño de Dios sobre cada persona, especialmente para las más vulnerables y descartadas de nuestro mundo. En nuestras ciudades anida una ‘ciudad escondida’. En ella se sumergen seres humanos sin techo, hombres y mujeres presos de la prostitución y de sus extorsiones, del abuso denigrante de personas a las que se les ha arrebatado su rostro, su nombre, su dignidad. Tampoco podemos olvidar en esta Navidad, a nuestros conciudadanos más próximos como lo son los habitantes de la Palma.        

Aún siguen sufriendo las consecuencias naturales del volcán permanentemente en erupción. Los migrantes que llegan a nuestras costas, exhaustos y sin aliento, han de seguir siendo nuestros preferidos. La lista podría continuar. Cada Congregación conoce muy bien los ‘rostros humanos’ que añade.  

El niño Dios nace especialmente para todos ellos. Su nacimiento es una gracia especial. Hacer memoria, celebrarlo cada año, es una de las mejores actitudes que podemos tener para seguir humanizando, según nuestras posibilidades, un poco más al mundo. En cierto sentido ya lo estamos haciendo con nuestra oración personal y comunitaria diaria, en nuestras obras y apostolados, con nuestra presencia en lugares de frontera y, cómo no, en nuestra forma de encarnar el Evangelio y de relacionarnos con aquellos a los que servimos. El mundo es el hogar de Dios, el lugar donde nace y habita. Por ello, es también lugar de nuestro envío y espacio de nuestro compromiso liberador.  

De nuevo la pregunta: «Señor, ¿qué quieres de nosotros hoy?». Él sabe mejor que nadie de nuestros desvelos, búsquedas y entregas. Que durante esta Navidad cada uno de nosotros, cada comunidad, cada Congregación sea capaz de elevar esta pregunta a Dios y ofrecer los frutos de su respuesta. Que seamos capaces de renovar nuestro compromiso estando ahí, no de cualquier modo, sino percibiendo su presencia, ofreciendo nuestras personas y recreando la fidelidad de la consagración. Todo ello nos llevará a descubrir, en el niño que nace, el rostro de aquellos a quienes de modo preferencial nos hace más sensibles y cercanos el propio carisma.  

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